Durante este año he estado tomando muchas clases en los departamentos de Ciencia Política y de Políticas Públicas, casi todas relacionan lo que sucede en el mundo con las acciones de los políticos dentro de las instituciones que hay en cada país, ciudad, o en instituciones supranacionales como la ONU o el Banco Mundial. En específico por estar en Estados Unidos, gran parte de la problemática que hemos estudiado es gringa.
La verdad es que el sistema gringo no es tan diferente al mexicano, aunque sí hay diferencias bastante importantes. Pero creo que la pregunta que aquí quiero compartir tiene que ver más con las similitudes, es una pregunta sobre la democracia y las instituciones que hemos construido para su funcionamiento. Me refiero a la representación. No podríamos tener un sistema que fuera democrático en donde los políticos no representaran al pueblo (entiéndase por político a aquellas personas que tienen un puesto de elección popular, no a los candidatos y asúmase también que estos controlan a las burocracias). Las dos grandes instituciones de un país son entonces la presidencia o ejecutivo y el congreso o legislativo.
Algunos de los problemas más importantes que necesitamos que los políticos resuelvan por nosotros es la distribución de los recursos. Esta distribución se puede llevar a cabo con varias políticas que incluyen cuántos impuestos cobrar, y en qué gastarlos: en obras públicas, en programas sociales, transferencias a los municipios, etc. Ahora bien, ¿cuál es el trabajo de los legisladores? Promover el bien común o proteger los intereses de quienes representan. En Estados Unidos, al menos parece ser que los legisladores han optado por representar a sus distritos o estados y velar por sus intereses. Es lógico que en un país en donde hay reelección, se busque fomentar una relación personal entre los políticos y quienes decidirán su futuro.
Así, en varios proyectos de ley los legisladores buscarán defender intereses particulares por encima de un “interés nacional”. La idea de interés nacional también se enfrenta a problemas en cuanto a su concepción, ¿quién decide qué constituye el interés nacional? Quizá en grandes ideas se pueda decir que reducir la pobreza, mejorar la economía o combatir el desempleo es interés nacional, pero hay miles de leyes que tienen poco que ver con estos temas en donde hay acuerdo.
Por otro lado, en México el interés nacional es igualmente difícil de definir, pero los representantes que están en el congreso parecen escuchar más lo que quieren sus partidos que lo que quiere la ciudadanía. Después de todo, si seguimos la misma lógica, son los partidos los que tienen en sus manos el futuro profesional de los legisladores. También debemos reconocer que los partidos no pueden impulsar algo que sea radicalmente opuesto a lo que quieren los votantes, ya que los ciudadanos elegirían a un representante de otro partido en las siguientes elecciones.
Donde está el problema es cuando los intereses de los representados van en contra del interés nacional. ¿Qué deberían de hacer nuestros representantes? Es un problema más bien filosófico, ¿con quién creemos que tienen un compromiso? En casos extremos está claro que si lo que está en juego es la supervivencia del país, habrían de darle prioridad al interés común, al bien común. Pero en muchos casos el bien común de sus representados es diametralmente opuesto al bien común de otros ciudadanos. No he logrado descifrar cómo reconciliar esta tensión. ¿Alguna idea?
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