25.3.14

sobre democracia deliberada

No soy miembro de Democracia Deliberada. Desde hace tiempo sigo al grupo y a algunos miembros en Twitter y leo sus publicaciones. Más que sus posturas me interesó su proceso, un proceso al que todos están invitados para discutir temas de política y políticas públicas. Acostumbrada a asistir a reuniones parecidas pero de carácter académico, tenía la curiosidad de ver qué era eso de "corriente de opinión" de la izquierda partidista. Así que cargada con mis dudas, y sin duda mis prejuicios (positivos y negativos) hace unas semanas empecé a asistir a las reuniones semanales.

La dinámica es bastante parecida a un seminario, el foro es respetuoso, reconoce que no todos son expertos de los temas, y aún así permite una discusión que va de la curiosidad y a veces la desinformación, a buscar una conversación que enriquezca a los asistentes. En esos casos, precisamente porque no hay un amplio conocimiento no se escribe un comunicado, se reconoce que no hay qué comunicar, y se pasa al siguiente tema.

Como asistente no afiliada, he podido participar tanto como he querido, algunas veces aportando algo, otras, gastando el tiempo de los demás, ni modo. Dada esta corta experiencia es que me ha llamado la atención la discusión entre los "deliberadores" (que a veces se llaman deliberados y no me parece adecuado) y otros tuiteros y columnistas interesados en la política y las políticas públicas. La principal crítica ha sido que se trata de un foro cerrado, cosa que mi experiencia demuestra es falsa. A mi nadie me invitó nunca a deliberar, simplemente me presenté y fui bienvenida.

Solo una precisión más: los principales interesados en que DD sea conocido son sus miembros. Si no lo han logrado creo que se trata de un error de capacidad (estrategia) pero no de voluntad.

Resuelto ese tema, me parece que hay problemas más graves y que son buenas noticias. Noto que en el espacio público (Twitter) hay mucha gente interesada en la política y en las políticas públicas. Como es lógico tienen perspectivas diferentes sobre la política pública necesaria, sobre las consecuencias de políticas hipotéticas y sobre el fin mismo que las políticas deben tener. Pero de alguna manera al empezar el debate, éste siempre se ve entorpecido.

Los miembros de Democracia Deliberada cuenta con algunas ventajas derivadas de la organización. De alguna manera tiene el poder de colocar sus temas en la agenda. A sus comunicados responden quienes así lo deseen, y aunque no siempre, creo que hay una desventaja para ese grupo, llegan a un debate que ya recorrió camino. El grupo ya tuvo una discusión, tiempo de informarse y contrastar ideas, tiene claras sus conclusiones y por qué y cómo defenderlas. Ahí radica, creo, eso que en Twitter se ha llamado arrogancia. Y no es sólo eso, es el efecto de iniciar una discusión en desventaja numérica, que no debería de afectar, pero afecta. El fenómeno me parece interesante y me robo el término "winner´s curse" porque la fortaleza de haber trabajado las ideas provoca que esas ideas sean peor recibidas. Sin duda, en algo puede cambiar el tono de algunos, pero como otros han dicho, DD es un grupo y habrá miembros arrogantes, sencillos, informados o no, etc.

Las noticias son que no todos caben en Democracia Deliberada, pero es positivo porque leo a mucha gente preparada (no porque el nivel de estudios importe, per se, sino porque los conocimientos y experiencias aportan a un mejor debate y finalmente una mejor política pública) que quiere o que ya está incidiendo en el quéhacer gubernamental.

Lo que debería de resultar de este episodio es, más gente asistiendo los martes a discutir, y más grupos como Democracia Deliberada. Más grupos que respondan a otras ideologías, otros intereses, otros compromisos, pero que discutan de manera seria políticas públicas para el país. Y que los que tengan miedo no sean quienes hacen lo mismo sino los que tienen acaparada, casi secuestrada, la toma de decisiones.

4.7.12

redireccionando

Por ahora, en lugar de escribir aquí, lo estaré haciendo en un nuevo blog en la página de la revista Nexos: www.fragmentos.nexos.com.mx

Gracias a los que me han leído y comentado en este blog; espero que se muden conmigo y gracias al equipo de Nexos que me invitó a colaborar por allá, donde habrá más gente con quien dialogar.

Voy a mantener este espacio abierto a "invitados" que quieran escribir una entrada sobre algún tema que les interesa o del que son expertos pero que no se animan a tener un blog.

27.6.12

Voto por Josefina... Continuidad Diferente

El post de Carlos original se puede leer haciendo click aquí

Recuerdo todavía la elección de hace 6 años, se jugaba con otras reglas. La campaña arrancó a finales de enero y tuvo una duración de 6 meses. En febrero de ese mismo año se publicó una encuesta de la compañía GEA/ISA en la que mostraba un empate entre AMLO y FCH (30-30), desde ahí la competencia fue entre dos. A Roberto Madrazo lo había dejado solo su partido después del montaje que hicieron para elegirlo (TUCOM, Participación de Everardo Moreno), en la contienda, por más que sacó spots donde decía “te va a ir muy bien” y había criminales que se orinaban de miedo ante su dureza, no hubo forma de que remontara.

Mientras Felipe Calderón habló en la elección de empleo, seguridad y estabilidad económica, Andrés Manuel lo hizo de educación, combate a la corrupción y desarrollo social. El talón de Aquiles de AMLO fue el tema económico, las propuestas que planteó parecían anticuadas frente a la modernidad que ofrecía Calderón. Este tema fue el motor que impulsó la campaña del PAN y que le valió el triunfo el 2 de julio de 2006.

Han pasado casi 6 años y no han sido fáciles para el Gobierno del Presidente Calderón. No sólo decidió iniciar una lucha por la seguridad pública sino que le tocó enfrentar la fuerte crisis económica mundial que inició en 2008-2009 y de la cual no hemos salido del todo. También enfrentó la pandemia de la influenza, la peor sequía en décadas y las más grandes inundaciones y huracanes. Muchas cosas se han sorteado con éxito y otras no tanto pero el país ha cambiado en estos años.

Hay dos políticas fundamentales que se han acelerado en estos años. La primera es la de “pisos firmes”, imaginen que cuando llegó el S.XXI a México todavía 13% de las viviendas en el país tenían piso de tierra. ¿Qué significaba esto? Que precisamente las familias que ahí vivían estaban sometidas constantemente a enfermedades que les impedían desarrollarse plenamente y que estaban en constante riesgo ante inclemencias del tiempo. Lo que se hizo fue iniciar una política para colocar piso de cemento en esas casas, este programa que inició en el periodo Fox lleva ya más de 3 millones de pisos colocados (con FCH van 2,546,000). Este logro es importante porque al mejorar las condiciones de la vivienda de las personas, mejoras su salud, esperanza de vida y das oportunidades para el desarrollo de otras actividades.

La segunda política que destaco es el Seguro Popular. En 2006 más o menos 56 millones de personas tenían acceso a la salud (47 millones a través de IMSS, ISSSTE, PEMEX, etc) hoy más de 100 millones de mexicanos lo tienen. Para ello se ha incrementado y fortalecido la infraestructura de hospitales y centros de salud, el ritmo en este sexenio es a razón de 12 obras (construcción, remodelación o equipamiento) por semana. Lo que significa para las familias es tener tratamientos contra costosas enfermedades a un costo casi nulo. Mi desarrollo profesional me ha dado la oportunidad de hablar con beneficiarios y sus historias me han hecho ver que es la política pública más importante que se haya hecho.

Podría seguir con otras tantas como el largo período de estabilidad económica y política, la vigencia de las libertades, la transparencia, las políticas contra discriminación, la protección de minorías, la profundización de las políticas sociales, el fortalecimiento hacendario y del sistema financiero, la transformación de planta productiva del país, la generación de empleos, la gestión frente a la crisis mundial, la lucha por la seguridad, entre otras. La mayoría de éstas han tenido avances significativos durante estos años.

Y es precisamente lo bueno que se ha hecho en cuanto a políticas públicas lo que define el 50% de mi voto para Josefina. ¿Qué define lo demás?

Esta elección se ha planteado un clivaje claro sobre entre pasado y futuro, entre el regreso del PRI y no hacerlo. Y justamente el pasado significa un estado capturado por intereses particulares (sindicatos, empresarios, iglesias, etc) que impiden la toma de decisiones que serían óptimas en un escenario de no captura. El pasado también significa la discrecionalidad en la aplicación de la ley y el uso político de ésta; la visión del gobierno como orquestador de todo el cambio social, de las personas y su moralidad sobre la institución. Por ello coincido con quienes dicen que votar por el PRI es votar en contra de tus derechos civiles.

Además el PRI no puede quedar impune después de que durante los últimos 12 años ha bloqueado y/o modificado (para mal) reformas presentadas por PAN o PRD que representaban avances. Tampoco pueden quedar impunes de la deuda que han provocado en algunos estados y de que los territorios que gobiernan sean donde más crímenes contra periodistas se cometen, según Artículo 19. Lo anterior confirma que votar por el PRI es votar en contra de tus derechos civiles.

Por otro lado, la izquierda, representada por AMLO no ha sido capaz de plantear una alternativa moderna para el país. Sigue pensando lo mismo del país que pensaba hace 6 años. No le interesa que en los últimos tres años se hayan creado 600 mil empleos anuales, que la economía crezca más que la brasileña en este año y con mejor prospectiva a futuro, que el país sea el principal receptor de inversión aeroespacial en el mundo, que seamos una economía que produce más manufacturas que todo América Latina y el Caribe juntos. No le interesa porque el diagnóstico que hace de país está basado únicamente en sus prejuicios sobre la corrupción pública. Lo anterior es notorio cuando ves su consejo de sabios (o gabinete) que comparten un diagnóstico unívoco del país y que son incapaces de la crítica a su líder. Comete el error de pensar que se pueden cambiar los incentivos sin cambiar las reglas solo por una supuesta superioridad moral de las personas. Sigue pensando en un Gobierno que domine casi todas las áreas económicas a través de fortalecer la inversión pública en empresas del estado (cosa que sabemos que no es óptimo en el largo plazo). Elegir hoy a AMLO es pensar que nada en el país ha cambiado.

Yo prefiero una opción que además de continuar con buenas políticas públicas tenga una visión plural y liberal sobre la relación del gobierno y la ciudadanía. Josefina representa lo mejor del PAN, es la que sabe que hacer política es una exigencia y un deber individual para construir con el otro. Que defender la libertad es el fin de su quehacer político, y no sólo hablo de proveer las condiciones necesarias para ejercerla sino de aquella libertad que exige expandir las capacidades de los individuos. Es quien entiende que existe una brecha natural entre gobierno y sociedad, pero que sabe que se puede reducir con la participación ciudadana, con el fomento a pequeñas empresas, con el desarrollo de esquemas culturales, etc. Es pues quien nos ofrece un gobierno que funcione y que nos permita desarrollarnos en libertad. 

El manejo de la adversidad es signo claro del tipo de políticos que elegimos. En la IBERO, por ejemplo, mientras EPN fue tajante con los alumnos y salió corriendo, Josefina propuso el diálogo que fuera necesario para responder cualquier pregunta que surgieran. Entiende que la sociedad civil no es un instrumento para validar sus políticas, sino que es una parte fundamental para la gobernanza, un pieza clave para la evaluación de la función del gobierno y un aliado para llegar a donde éste no puede. También cree en la libertad empresarial y en formular mecanismos de corresponsabilidad con el sector privado para mejorar la calidad de vida de las personas. Sabe que las reglas de decisión no sirven a los ciudadanos, por ello fue la única que se comprometió y defendió sin cortapisas la Reforma Política (y lo reiteró en el segundo debate que habló de reelección), que se comprometió a bajarle dinero a los partidos políticos, que defendió en la cámara la ley de asociaciones público-privadas, etc.

En fin, creo que una visión ciudadana e inteligente como la de Josefina, que sabe que el Gobierno no es suficiente para resolver todos los problemas sino que se requiere de la participación de la sociedad y del sector privado, es lo que necesitamos para consolidar las buenas políticas públicas que se han hecho y tener un gobierno diferente en su relación con los ciudadanos.


¿Por qué votar por AMLO?

Por Diego Castañeda (@diegocastaneda)

Muchos de los que lean esto lo harán a sabiendas de qué siempre he sido una persona de izquierda, para mi en gran medida apoyar a AMLO es una cuestión de congruencia simplemente con mi forma de pensar y mis ideales, la izquierda al final de cuentas representa el ideal de una sociedad justa e igualitaria donde el progreso social y económico sea una realidad asequible y donde la igualdad de oportunidades y la libertad sean prioridad.

Entiendo que para muchos AMLO pueda representar una izquierda un tanto anacrónica, juicio qué a mi punto de vista es demasiado severo, pues si bien no es la social democracia qué muchos anhelamos y se ven en otras partes del mundo, tampoco es una izquierda marxista, ni mucho menos el vestigio de los viejos movimientos que plagaron América latina en el siglo XX. Con sus vicios y virtudes la izquierda mexicana aun representa ese ideal de justicia social e igualdad y es reflejo de nuestra sociedad.

Para muchos no será lo ideal, pero como nos dice Amartya Sen en  “La idea de la justicia” debemos combatir la injusticia en el terreno de la realidad, no con lo qué quisiéramos pero no existe.

Es justamente en este marco qué AMLO es a mi punto de vista la mejor alternativa presente para hacer frente a los profundos retos actuales y los qué el futuro próximo presentara al país. Somos un país con un gran porcentaje de su población atrapado en la pobreza, realidad qué a todos nos afecta y qué no podemos ni debemos dar la espalda, es ahí donde muchos de nuestros problemas de seguridad encuentran tierra fértil; somos un país qué por muchos años se ha visto atrapado en el  estancamiento, ¿crecemos? si, pero no lo suficiente para generar empleos, ¿hemos cambiado para bien en algunas cosas? La respuesta también es si, pero no hemos atacada la raíz de nuestros problemas más urgentes y por lo mismo no los hemos podido resolver.

De seguir igual, de optar por las otras alternativas qué representan la misma inmovilidad. Corremos el riesgo de vernos atrapados en el retrato de la sociedad del novelista Stanislaw Lem qué en “Un Minuto Humano” nos dibuja una sociedad pasmada frente a los hechos, solo testigo de una pila de estadísticas negras, tantos pobres más, tantos desempleados más, tantos muertos más… o por el otro frente a la distopia de Ray Bradbury en Fahrenheit 451  una sociedad ignorante, dirigida desde un monitor donde la telecracia dice qué debemos pensar o hacer,qué podemos saber y qué no, abdicar la soberanía popular a la soberanía mediática podrá sonar dramático pero no es tan lejano de nuestra realidad.

El diagnostico económico realizado por AMLO y su equipo es en su mayoría acertado, altas ineficiencias en los sectores público y privado, un desequilibrio de precios importante en la economía causado en buena medida por los monopolios y la falta de competencia, una de las peores recaudaciones  fiscales del continente, salarios muy bajos, hoy en día el salario mínimo tiene el 23% del poder adquisitivo que este tenia hace 35 años, falta de inversión tanto pública como privada y una necesidad de desarrollar infraestructura en diversos sectores, una política industrial propia, la falta de interés e impulso a la ciencia y uno de los más difíciles, la informalidad, México tiene un sector informal que se ubica entre el 30 y 40% de la población activa, no solo estos trabajadores informales no pagan impuestos y tienen una menor productividad, tampoco tienen acceso a una seguridad social, salud principalmente. Un estado qué pueda garantizar los mínimos de seguridad social, salud ,alimentación educación es un propósito y misión de la izquierda y AMLO es el único que plantea desde su diagnostico esto y por lo tanto el único qué puede  ofrecer soluciones a ellos partiendo de su comprensión, son cambios necesarios si este país ha de dejar de ser lo qué es y volverse lo qué puede y debe ser.

Parafraseando una platica entre colegas: Para que este país regrese a una senda de crecimiento sostenido, se necesita de una destrucción creativa (tal cual como dirían Schumpeter o Dixit ) mediante un cambio tecnológico; La estructura económica del país esta determinada por el status quo de su economía política. Para cambiar al país, se necesita un estado qué no este capturado por los distintos grupos económicos y de interés. El único con la voluntad política para llevar acabo dicha destrucción creativa es AMLO.

Necesitamos un estado fuerte, un estado que sea capaz de regular la vida política pero sobre todo económica  en el país, pero para eso es necesario qué este sea verdaderamente autónomo, es necesario como también nos dice Douglas North padre del nuevo institucionalismo económico, qué las instituciones cambien, qué se reconstruyan o se generen nuevas, la vida institucional de nuestro país es en igual medida cautiva como el estado mismo, es aquí donde es necesaria la destrucción creativa, debemos rescatar y si es necesario destruir las instituciones obsoletas o disfuncionales y reconstruirlas nuevamente, qué estas no sean rehenes de grupos de interés ni de la informalidad qué nos plaga, necesitamos alinear los costos con los beneficios como dice North, en cada parte de nuestra sociedad sobre todo en nuestras instituciones formales e informales.

Debemos rebelarnos frente a la parálisis, deshacernos del lastre que representan estos grupos económicos y de interés qué tienen divido al país entre una dualidad social y económica. por un lado tenemos mercados desregulados dignos del capitalismo más salvaje y por otro estructuras económicas sacadas de una sociedad pre capitalista; municipios tan ricos como cualquiera y municipios tan pobres como cualquiera, estas desigualdades están en el corazón de nuestros problemas.

Quedarnos inmóviles es condenarnos a “morir” el movimiento es vida, las otras alternativas solo representan distintas facetas del mismo status quo,la restauración priista o la inmovilidad panista. Einstein decía qué la definición de la locura es hacer lo mismo y esperar tener distintos resultados; es tiempo de hacer algo distinto de atacar los problemas de raíz y no solo en la retorica, qué todos nos quitemos el miedo al cambio, qué votemos por la movilidad del país, sea cual sea nuestra ideología sea de izquierda o no, no esta en el mejor interés de nadie en esta sociedad el optar por la parálisis económica, política y social que ha definido la vida pública e institucional de México.

La única alternativa de cambio qué existe es esta por ello es necesario vencer el miedo, las filias y fobias sobre el cambio y continuidad, el país nos pide al menos ese acto de valentía, al final como diría Camus cuando este cita a Nietzsche en el Hombre Rebelde “El derriba para crear” el País necesita recrearse y todos nosotros junto con el. 

26.6.12

De por qué voy con Josefina… y no con las alternativas

Por Jaina Pereyra (@jainapereyra)

En un acto de honestidad, debo comenzar diciendo que de 2008 a finales de 2011 trabajé en el Gobierno Federal y que este año he trabajado en la campaña de Josefina Vázquez Mota a la Presidencia de la República. Debo decir, también, que mis padres son académicos, que siempre me gustó la escuela y que toda la vida creí que me dedicaría a diseñar Política Pública para superar la pobreza. Estos últimos años han representado la entrada a un mundo desconocido, aquél en el que se ejerce la política; un mundo que, a estas alturas, a ratos todavía me parece profundamente ajeno.

En estos años he tenido la oportunidad de estar cerca de funcionarios de primer nivel. He tenido la suerte de trabajar para personas que han tolerado, hasta bienvenido, mi naturaleza crítica constante y mi idealismo, que de repente se parece más a una inmadurez remanente que a una cualidad. En estos años he participado de proyectos que tenían la agenda decidida de procurar cambios para fortalecer a la ciudadanía, como la Reforma Política y, también, me he sentido frustrada por saber que hay cosas que se hacen mal, por el hecho de que haya agendas que no encuentren apoyo cuando he creído que se justifican solas y, sobre todo, por la inconstancia e incompetencia de muchas áreas de gobierno.

Con esto quiero decir que, a pesar de haber trabajado en un gobierno y una campaña panista, estoy convencida de que los panistas tienen muchos pendientes en su gestión, muchas críticas que asumir y muchos cambios que ejecutar. Claro que me duele la pobreza y me duele la violencia, y me duele el cinismo de muchos en la clase política. Me duele el país en muchas de sus heridas. Y me duele la inequidad, y me duele la simulación y me duele la impotencia. Pero me duele más sentir que el país está tomando una decisión profundamente relevante con argumentos banales, con fundamentos falsos y con fantasías que no basta creer para que se cumplan. Con esto justifico este texto.

Por la naturaleza de mi trabajo, en estos últimos años me he dedicado a buscar elementos para demostrar que el PAN ha gobernado mejor que el PRI y los he encontrado en los rubros de desarrollo social y de estabilidad económica. He argumentado a favor de la focalización de los recursos en programas de transferencias condicionadas porque técnicamente se justifican, así como se justifica el sistema de libre flotación del tipo de cambio y una política restrictiva que privilegia el control inflacionario sobre el gasto para promover el crecimiento. No estoy de acuerdo con políticas de decreto de precios, incluido el salario. Reconozco que México hoy tiene una de las tasas más bajas de desocupación entre países de la OCDE y no me parece un logro menor, así como no me parece menor el control inflacionario, ni el cierre de Luz y Fuerza del Centro. Estoy convencida de que es benéfico que las devaluaciones en estos doce años hayan sido de mucha menor intensidad, más espaciadas y menos dañinas. Reconozco la actuación del gobierno ante la crisis económica de 2008 y creo que la dimensión de ésta no se ha comprendido realmente. Defiendo una tasa impositiva única y estoy convencida de que a los pobres debe compensárseles este cobro mediante el gasto público que tiene ventaja comparativa respecto a la recaudación.

He reconocido, también, los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas impulsados por gobiernos del PAN, aun cuando sé que son incompletos e insuficientes. He agradecido la libertad de expresión, aunque en estos años también la he visto plantarse débil ante intereses políticos y económicos. He abogado por la lucha contra la delincuencia organizada que inició este gobierno, porque yo sí creo que un gobierno tiene la obligación ética de luchar contra lo que es ilegal, contra lo que causa temor, amenaza y desasosiego, a pesar de que he lamentado la violencia con la que se ha respondido y los evidentes errores y desaseos en los que se ha incurrido. También he asumido que no es una lucha contra las drogas, sino contra las estructuras que han ido diversificando sus áreas de operación a la trata de personas, el secuestro y la extorsión.

A pesar de haber escuchado en mi casa que los militares eran siempre símbolo de represión, participé con convicción en la defensa del Estado mexicano contra Rosendo Radilla y sigo defendiendo la presencia del Ejército en las calles, porque yo sí creo en las Fuerzas Armadas, en su honestidad, en su disciplina y en su entrega. He condenado, también, las violaciones a los Derechos Humanos que se han documentado y he defendido que han sido casos aislados y no una política generalizada. Recuerdo haber estado presente cuando a mis jefes se les notificaron los casos de la guardería ABC y del Casino Royale. Estuve en desacuerdo con la respuesta del gobierno en ambos casos por distintas razones, pero tuve la fortuna de estar cerca y de poder entender las decisiones que se tomaron y sus porqués.

Yo no creo, como dicen algunos, que el PAN haya representado más de lo mismo. Por lo menos no en muchas áreas que probablemente me resultan más relevantes que aquéllas en las que la aseveración es cierta. Tampoco creo que el PAN haya dado de sí. Creo que no hay un punto de agotamiento para la estabilidad económica, que, desde mi perspectiva, es el mayor acto de responsabilidad de este gobierno.

Creo que la situación hoy no es satisfactoria y que faltan muchos pasos para llegar a niveles de desarrollo aceptables, pero no me convencen las alternativas que se plantean porque, ya en la teoría, ya en la práctica, han demostrado ser equivocadas. Estoy convencida de que la democracia necesita volverse más funcional, que los incentivos deben reacomodarse, empoderar a la ciudadanía y promover competencia en muchas áreas. Creo que el PAN ha impulsado muchos de estos cambios necesarios y creo que la habilidad política ha fallado para alinear la cooperación. Sin embargo, creo que si otro partido creyera en eso, la cooperación se habría dado, que habrían demostrado merecer el gobierno por promover una mejor agenda y no lo han hecho.

Creo en la libertad. Así como otros creen en la equidad y otros más en el orden, yo creo en la libertad. Y creo que el gobierno tiene la obligación de generar las condiciones que permitan a los individuos actuar con libertad para escoger su futuro y diseñar su destino.

En diciembre del año pasado, también por naturaleza laboral, tuve que aprender acerca del Partido Acción Nacional. Mi primera gran sorpresa fue descubrirlo como un partido definido por la libertad. Ese partido que yo asociaba con la penalización del aborto y la condena a los matrimonios del mismo sexo, se había construido alrededor de la premisa de que la libertad es el valor social más relevante.

Cuando Josefina era precandidata y yo confiaba en que ganaría la contienda interna, me repetía que el PAN volvía a una esencia liberal, que qué tan conservador podría ser un partido que elegía a una mujer para que lo representara.

Jamás me planteé votar por Andrés Manuel. No tolero su incongruencia, su gobierno de voluntad y fantasía. No creo en eso porque he estado en gobierno y sé que ni la honestidad se decreta, ni la técnica es irrelevante. No soporto su forma intolerante de ver a quien piensa diferente, no soporto sus conclusiones de fraude, sus paranoias, su falta de seriedad, su soberbia. No soporto que manipule a los pobres, a los más vulnerables, que les prometa un bienestar que su política pública sólo amenaza. No soporto que tenga que mentir para convencer, que no pueda argumentar sin burlas, sin ficciones, sin descalificaciones. No creo en la política pública que propone, la poca que realmente es propuesta de gobierno y no un catálogo de buenas intenciones, porque estudié muchos años la evidencia para contradecirla. No quiero que sea Presidente porque valoro la libertad que hasta ahora tengo y Andrés Manuel cree que los regímenes que promueven la libertad son de pillos, de ladrones, de quienes se quieren aprovechar de los pobres. Eso no es cierto. Tampoco tolero su falta de posicionamiento en agenda de libertades sociales, acaso la que debería definir una candidatura de “las izquierdas”. Finalmente, le recrimino no haber usado el capital político que obtuvo en el 2006 para promover una agenda desde la oposición. Si tuviera tanto compromiso con “el proyecto alternativo de nación”, ¿no tendríamos que poder identificarlo por lo menos en algún intento de legislación? Reconozco, sin embargo, la atención constante a la pobreza en su discurso. Me parece insuficiente, pero la reconozco por relevante.

Tampoco me planteo votar por Peña Nieto. Porque no confío en él, ni en quienes lo acompañan; porque no me gusta el robo como política pública descarada, porque me preocupa el endeudamiento al estilo Coahuila. No me gusta Peña Nieto porque se ha opuesto a la reelección legislativa, revelando una comprensión poco ciudadana del gobierno. No me gusta porque creo que si el PRI regresara a los Pinos, va a ser muy, muy, muy difícil que se vuelva a salir. No me gusta su incultura, pero no me preocupa tanto como su falta de transparencia, de autenticidad. No me gustan los rasgos autoritarios que se han evidenciado en la campaña, ni me gustan los gobiernos locales encabezados por el PRI. No me gusta, tampoco, desconocer absolutamente qué tipo de gobierno proponen, qué tipo de ideales defienden; no me gusta que su única definición sea la indefinición. ¿Sigue siendo un partido revolucionario? ¿Es un grupo de tecnócratas? ¿Es esa tómbola que osciló entre unos y otros? Aquél que vota PRI, ¿qué proyecto de nación está suscribiendo? Pero reconozco la disciplina de su equipo y una campaña ordenada, orientada y fuerte, a pesar de todo.

Entré a la campaña de Josefina creyendo firmemente que es la mejor opción. Entendí todas y cada una de las críticas que se me plantearon a su candidatura. Que si era poco natural, que si su sonrisa era fingida, que si era “mocha”, que si el “diferente” era esquivo e insustancial, que si su equipo era de ineptos, que si sus primeros spots eran muy oscuros, que si los errores de la campaña. Las entendí y, algunas, incluso, las compartí, pero he estado convencida siempre de que tiene las características profesionales y personales que busco en un Presidente. Jamás la opción de votar por ella ha sido por eliminación o por conveniencia, sino producto de una activa convicción.
Yo sé que las propuestas de campaña son promesas no verificables, que hoy los ciudadanos no tenemos mecanismos para exigir su cumplimiento. Sin embargo, creo que en la propuesta misma se evidencia una concepción de lo que y cómo debe ser el ejercicio de gobierno. No me parece irrelevante que en los auditorios y consejos de expertos en los que se han calificado las propuestas, Josefina haya obtenido mayor puntaje que sus adversarios.
En estos meses, además, he tenido oportunidad de verla de cerca, de empaparme en su trayectoria; de reconocerla como una excelente funcionaria, porque he aprendido de su gestión, de su agenda y de sus embates. Pero también la he visto actuar en espacios de trabajo y de deliberación. Y me ha ido convenciendo más de mi decisión. Me gusta que escuche a todo el que se dirige a ella. Escucha con atención, reflexiona, adecúa, vuelve a plantear. Me ha sorprendido su capacidad para poner orden sin recurrir a los gritos, ni a las descalificaciones. Me gusta que sea pícara, que sea incisiva, que sea inteligente. Y me he admirado de la fuerza inconmensurable con la que trabaja jornadas extenuantes que pocos pueden acompañar a cabalidad. Fuerza física, pero también una fuerza emocional impresionante para aceptar las críticas de sus apoyos más cercanos, que, a veces, incluso en los días más aciagos, lanzan como metralletas.

Esta fuerza se ha vuelto más evidente cuando me he puesto a reflexionar que ha logrado llegar a donde está en un mundo que sigue siendo de hombres. Entiendo a quienes han criticado a Josefina por apelar a su naturaleza de mujer. Al inicio de la campaña yo también decía que no, que a las mujeres trabajadoras nos molestaba que nos dijeran que merecíamos algo sólo por ser mujeres; que se trataba más bien del reconocimiento de que, a pesar de que a las mujeres se nos exija el doble, hayamos llegado a avanzar lo suficiente para que se nos tomara en cuenta.

En estos meses, viendo las dinámicas de la campaña, recordando las dinámicas de gobierno e, incluso comparando con mis contrapartes en la industria privada, veo que me equivoqué, que sí merecemos algo por el simple hecho de ser mujeres y ese algo es que no tengamos que competir en condiciones de inequidad; que no lleguemos a juntas y se asuma que somos las asistentes, que no tengamos que resolver el fondo del trabajo para quedarnos afuera de la reunión; que no nos pidan café porque ser mujeres implica que podemos servirlo; que no seamos quienes capturan los acuerdos en la computadora, quienes se ocupan de que las citas se cumplan y quienes sirven de memoria colectiva para anticipar y resolver.

Cada día me convenzo más de que es realmente histórico que una mujer en México pueda ser Presidenta. Estoy convencida de que esto no sólo generaría una transformación en nuestro sistema político, sino también en nuestras relaciones familiares y culturales. Estoy convencida de que la agenda feminista no es la única forma de promover cambios en la realidad cotidiana de las mujeres. Creo que la llegada de mujeres al poder, cambia el poder y el creer de todas las demás mujeres. Me gusta todavía más la idea de que una mujer capaz pueda llegar a serlo, una mujer que se deja orientar, pero que tiene la fuerza de decidir.  

Hace algunos años acompañé al que entonces era mi jefe a acuerdo con el Presidente. Esperábamos en la Sala Blanca de Los Pinos, cuando el mesero le trajo su bebida de costumbre. “¿Ya le ofreciste algo a ella?”, preguntó mi jefe al mesero señalándome, “nunca sabes si puedes estar hablando con una próxima primera dama”, alcanzó. “¡O una futura presidenta!”, reviré rápidamente y hasta incómoda me sentí con el planteamiento. Y la verdad es que sí quiero vivir en un país en donde sea igual de factible ser primera dama que ser Presidenta. Un país en donde mi género no determine mis alcances. Y, por todo esto, en esta elección, yo voy Josefina.