Por Marcela García
Un tema al que llevo tiempo dando vueltas es la “asimetría” que parece existir entre bien/felicidad y mal/sufrimiento. Un ejemplo de esto, me parece, sería el problema de la teodicea: ¿cómo es posible que exista un Dios (bueno y omnipotente por definición) si hay tanto mal y sufrimiento en el mundo? Y filosóficamente es un problemón. Pero ¿por qué no puede hacerse la pregunta opuesta? Sería algo así: ante los bienes y los momentos de felicidad que experimentamos (y que creo que es innegable que se dan), ¿cómo no buscarles una causa bondadosa? ¿Cómo no verlos como “dones”? Y sin embargo no se encuentran muchos argumentos de la existencia de Dios en esta línea.
Otro ejemplo de esta asimetría: es bastante fácil identificar todo aquello que nos parece objetivamente un mal, pero es difícil señalar con el dedo lo que significa la felicidad. (“What would there be in a story of happiness? Only what prepares it, only what destroys it can be told”: André Gide). Parecería que la felicidad es un concepto negativo, que consiste en la ausencia de sufrimiento. Por eso sólo la vemos por contraste con todas esas cosas que la pueden amenazar, o con los sufrimientos de los que hemos salido. Y sin embargo, “no sufrir” no es lo mismo que sentirse feliz.
Últimamente le he estado dando vueltas a esto porque vivo en un lugar “pre-lapsario” como dice un amigo, paradisíaco, utópico, el jardín del Edén, poco más o menos. Cuando me pongo a contrastar esta ciudad con otras, me quedo estupefacta. El hecho de salir de una fiesta a las tres de la mañana, subirme a la bici, y llegar a mi casa máximo veinte minutos después, no sólo sana y salva, sino sin haber pasado un instante de miedo. No ver ni una gota de basura en las calles. No estar expuesta a abusos de gente con más poder y dinero que yo (que son la inmensa mayoría, supongo, pero por ejemplo la compañía inmobiliaria dueña de media ciudad que me alquilaba un departamento y me quedó a deber un dinero: a nadie le cabe la menor duda de que lo voy a recuperar, otra cosa es impensable). El grado de criminalidad queda ilustrado por una noticia que leí hace un par de semanas en un periódico nacional, sección local muniquesa: “a una turista húngara le arrebataron la bolsa en el parque”, con completa descripción del sujeto y el teléfono de la policía solicitando información al respecto. En una ciudad de millón y medio de habitantes un robo así es lo suficientemente raro como para sacar esta noticia en el periódico. (Huh?) Para no seguir con el listado, digamos que siendo una mujer extranjera, sola, sin mayor poder económico, puedo llevar una vida absolutamente tranquila, sin amenazas de ningún tipo; puedo pensar, decir y hacer lo que me dé la gana dentro de límites legales; y si sufriera algún infortunio, enfermedad o pobreza, el sistema social sería mi red. En el peor escenario, si no tuviera un centavo ni manera de trabajar para conseguirlo, y así tuviera cinco hijos, el Estado se ocuparía de nosotros. Y cuando el autobús dice que va a llegar a las 8.27 y que se va a tardar 9 minutos en llegar a mi destino, lo cumple al pie de la letra.
Aunque seguramente hay gente en esta ciudad que tiene una vida difícil, el marco general es éste. Pero los habitantes de Munich no estamos borrachos de alegría. ¿Sería para estarlo? Si me imagino un país lleno de violencia y corrupción, o un lugar en guerra, o una sociedad sin libertades… y me imagino que a sus habitantes les quitan esas condiciones que los oprimen… es como para vivir radiantes de alegría y gratitud, ¿no?
No es lo que hay. Ni siquiera puedo achacarlo a la naturaleza “seria y amargada” de los nativos, porque yo tampoco voy por ahí riéndome sola en la ciudad paradisíaca. Volviendo a lo invisible de la felicidad, el otro día precisamente en una revista salía una viejita que siempre saludaba a sus vecinos con una gran sonrisa, y eso les llamaba la atención. Decía la señora que no entendía por qué la gente no era más feliz. Ella había vivido la guerra, el hambre, y ahora disfrutaba cada día de la vida que tenía. ¿Será que tienes que haber experimentado otras condiciones para poder apreciar éstas de verdad?
A lo mejor sí. Ya ven que hay estudios que miden el grado de felicidad de los distintos países. Me imagino que hay muchas maneras de intentar medirlo, y que debe haber estudios más o menos serios. Pero por lo que me cuentan aparece una especie de curva: en lugares extremadamente fregados (miseria, guerra) la felicidad no es muy alta, pero a partir de un cierto nivel económico (digamos el de Colombia, que aparece en segundo lugar mundial de felicidad, por lo menos aquí), la felicidad ya no parece depender del PIB per capita. Según alguien me dijo, a partir de ese punto, a mayor PIB incluso baja la curva.
Una explicación que se suele leer por ahí es que en los países más desarrollados la cultura es más individualista y los lazos familiares y afectivos son más flojos. Como la felicidad ante todo está correlacionada con esos lazos comunitarios, los más individualistas son menos felices. Supongo que en parte es verdad. Lo que yo he observado aquí es que los alemanes, según su propia descripción, se quejan mucho, y tienden a ver el lado negativo de las cosas. Nunca están satisfechos. Me pregunto si no será al revés de lo que podría pensarse: no tanto que su tendencia a quejarse les haga ser menos felices, a pesar de sus grandes logros a nivel económico y social, sino que tal vez esa constante insatisfacción es la que los ha llevado a esos logros. ¿Puede ser? (y por lo tanto lo contrario, la tendencia a ser feliz como factor del subdesarrollo…¿?)
Me llamó mucho la atención algo que leí hoy: un estudio comparativo entre estudiantes de Europa, América y Asia encontró que la gente que se ha acostumbrado a los eventos positivos o felices en su vida (según esto Europa y América) tiene más posibilidades de hundirse ante un evento negativo y tarda más en recuperar el sentimiento de satisfacción que la gente que ha aprendido a aceptar lo bueno junto con lo malo (según esto Asia). “And because negative events have such a strong effect when occurring in the midst of numerous positive events, people find it difficult to be extremely happy. They reach a point of diminishing returns”[1].
Doy vueltas a estos temas, y de repente sale un día soleado y estamos los muniqueses tan relajados y amigables, tan agradecidos por el don, que cualquier preocupación o agobio se disuelve en el aire y salimos a disfrutar como sea. En un día así es cuando puedes por fin apreciar la suerte que tienes de vivir en una ciudad tranquila, segura, justa, y alegrarte de verdad por ello. Claro, el buen clima sin duda es una de las cosas que, por contraste, podemos apreciar en estos lares. En México ¿te pone exultante que haya salido el sol?
El caso es que en días así (hoy fue uno de ellos, una tarde Caspar-David-Friedrichiana en el Englischer Garten oyendo los grillos debajo de un tilo hasta que se hizo de noche), me doy cuenta que es cuestión de actitud. De tomarse el tiempo para darse cuenta de lo increíble que es simplemente estar vivo. Chesterton insiste mucho en esto y logra expresar un poco más lo inasible. Aquí van unos párrafos de su Autobiografía:
At the back of our brains, so to speak, there was
a forgotten blaze or burst of astonishment at our own existence.
The object of the artistic and spiritual life was to dig for this
submerged sunrise of wonder; so that a man sitting in a chair
might suddenly understand that he was actually alive, and be happy.
[...]
But as I was still thinking the thing out by myself,
with little help from philosophy and no real help from religion,
I invented a rudimentary and makeshift mystical theory of my own.
It was substantially this; that even mere existence, reduced to its
most primary limits, was extraordinary enough to be exciting.
Anything was magnificent as compared with nothing.
a forgotten blaze or burst of astonishment at our own existence.
The object of the artistic and spiritual life was to dig for this
submerged sunrise of wonder; so that a man sitting in a chair
might suddenly understand that he was actually alive, and be happy.
[...]
But as I was still thinking the thing out by myself,
with little help from philosophy and no real help from religion,
I invented a rudimentary and makeshift mystical theory of my own.
It was substantially this; that even mere existence, reduced to its
most primary limits, was extraordinary enough to be exciting.
Anything was magnificent as compared with nothing.
[...]
This was the primary problem for me, certainly in order of time and largely in order of logic. It was the problem of how men could be made to realise the wonder and splendour of being alive
This was the primary problem for me, certainly in order of time and largely in order of logic. It was the problem of how men could be made to realise the wonder and splendour of being alive
[...]
I have said that I had in childhood,
and have partly preserved out of childhood, a certain romance
of receptiveness, which has not been killed by sin or even by sorrow;
for though I have not had great troubles, I have had many.
A man does not grow old without being bothered; but I have grown
old without being bored. Existence is still a strange thing to me;
and as a stranger I give it welcome. Well, to begin with, I put that
beginning of all my intellectual impulses before the authority to which I
have come at the end; and I find it was there before I put it there.
I find myself ratified in my realisation of the miracle of being alive;
not in some hazy literary sense such as the sceptics use, but in
a definite dogmatic sense; of being made alive by that which can
alone work miracles.
I have said that I had in childhood,
and have partly preserved out of childhood, a certain romance
of receptiveness, which has not been killed by sin or even by sorrow;
for though I have not had great troubles, I have had many.
A man does not grow old without being bothered; but I have grown
old without being bored. Existence is still a strange thing to me;
and as a stranger I give it welcome. Well, to begin with, I put that
beginning of all my intellectual impulses before the authority to which I
have come at the end; and I find it was there before I put it there.
I find myself ratified in my realisation of the miracle of being alive;
not in some hazy literary sense such as the sceptics use, but in
a definite dogmatic sense; of being made alive by that which can
alone work miracles.
For nobody else specialises in that mystical mood in
which the yellow star of the dandelion is startling,
being something unexpected and undeserved.
La pregunta es cómo entrar en esa actitud de admiración y gratitud. Me parece clave esto que dice de sentir lo bueno como algo “inesperado e inmerecido”. La felicidad no se le puede exigir a un sistema. Por bien que funcione, ningún sistema la puede producir. Lo más que puede hacer es quitar algunos impedimentos que te podrían haber dificultado ser feliz. Paradójicamente, sin impedimentos se vuelve más difícil darte cuenta si eres feliz.
[1] http://www.science20.com/news_account/want_to_be_happy_stop_trying_to_be_happier Lectores: si alguien me puede recomendar estudios reconocidos sobre el tema índice de felicidad-desarrollo económico, se lo agradeceré.
6 comentarios:
Yo no percibo a Dios, como una persona en el cielo, que me dice lo que tengo que hacer y me cuida. Por que si pensamos logicamente, esto es... gracioso. Yo lo percibo como una energia que aguanta todo, pero no te manda ni nada, tu tienes libre voluntad, esto explicaria mejor la situación actual. Por que en ella, con lo que pasa en el mundo, no encuentro a dios que nos cuida...
Ke bárbaro Marcela, felicidades. No voy a pretender que entendí todas las alusiones filosóficas, pero creo que entiendo bien el punto. Me gustó mucho las partes que elegiste del texto citado.
Marce, muy padre articulo. Que interesante ver eso, que en estas sociedades en que tantas cosas como la salud, la seguridad, y cierto nivel de subsistencia estan dados sea mas dificil ser feliz. Sera que empezamos a dar tantas cosas por hecho que se hace mas dificil agradecer cada uno de estos dones? Como dices tu, por no tener el contraste? Aunque al final, pues si, es cuestion de recordarnos que nada esta dado y todo es un regalo....
Marce,
Que interesante. Inglehart tiene varios estudios sobre esto. Creo que el problema mas importante de los estudios que tratan de comparar cuantos bienes tiene una persona y que tan feliz es sufren porque los bienes son objetivamente cuantificable, pero la felicidad no.
Puedes tener un concepto de felicidad mas complejo y calificarte como menos feliz, pero eso no es necesariamente peor.
Justo lei este articulo en el NYT:
http://www.nytimes.com/2010/08/08/business/08consume.html?scp=1&sq=happiness&st=cse
esta interesante, se los recomiendo.
Otra vez yo. Resulta curioso, pero, hace un par de semanas compré el libro Law and Happiness que fue editado por Eric A Posner y Cass R Sunstein.
Es una coleccion de papers escritos para una conferencia en la Universidad de Chicago en 2007.
A penas comencé a hojearlo, pero se ve que está bueno, y tiene mucho que ver con este post.
Saludos.
Muy interesante el post.
Tienes buenas observaciones a lugar donde vives. Lo que pasa es que la percepción de felicidad es la cuestión muy individualista estos días, especialmente en las culturas bastante desarrolladas dónde la gente no sufre hambre y la pobreza no es problema del sistema. Alemania es un ejemplo muy interesante, porque ahí todavía vive la gente con la memoria de lo que ocurrió hace 70 años. La misma gente vive ahora en un país totalmente diferente, ordenado y no quiere volver a hablar del sufrimiento. Hay que tener en cuenta que a esa gente todavía duele si se menciona lo de la guerra, porque ellos fueron los que hicieron daño a los demás.
Esa cierta óptica hacía el pasado causa ahora que ellos (los viejos) quieren recuperarse y vivir su vida bien (según las básicas reglas morales). Los jóvenes han crecido en el mundo donde pusieron la cortina para que separe los primeros 50 años del siglo XX. Ellos (estoy generalizando) ni se dan cuenta de lo que hicieron sus paisanos de la generación de sus abuelos y la gran mayoría de la escuelas les enseñaba que lo más importante es inviduum porque el colectivismo se asocia muy feo. Aquí es el choque de la enseñanza estatal contra religión... Así que todo el movimiento de la “Escuela de Fráncfort” se enfocaba en los eslóganes como: libertad de individuos (disculpe por la simplificación, sé que esto merece una explicación más profunda...)
Esto es muy peligroso, porque puede causar alienación de la cultura y la tradición de un pueblo. Fijate que allá, cuando lees faz o cualquier periódico ya no encuentras lo que fueron los alemanes que convirtieron Europa a un infierno sino fueron los nazis. ¿Quitan la culpa a la ideología?
Volviendo al tema la felicidad de que trata tu post se refiere mucho más al sensualismo de la gente europea y lo que el estado cumple sus expectativas y les da buen tratamiento en la vida diaria y asegura para el futuro. Si ya lo tienes... puedes gozar el tiempo, andando por englischer garten después de tu trabajo sonriendo y saludando a la gente. Ese tipo de felicidad es muy notable (y también importante), pero me atrevo a decir que al mismo tiempo esconden muchos sentimientos dentro...
Me gustó mucho la cita que metiste a tu post, la de Chesterton, pero ten en cuento que se perspectiva al mundo y felicidad es muy cristiana (tomista), entonces el buscaba felicidad en otras áreas que tu dices.
Saludos!!!
ps. he desviado mucho... disculpe!
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