En algún lugar en el medio de Illinois hay un sitio (creo que ni poblado se le podría decir) que se llama Joliet. Está perdido en una de esas enormes intersecciones de carreteras gringas y entre algunas casas hay dos edificios grandes e iluminados, el primero es un casino. Por lástima no es un casino de esos de toda la vida, que se vea elegante, o que en algún momento lo fué. Es un edificio nuevo y parece hecho de plástico. A un par de cuadras de distancia hay un teatro.
Cuando me metí a ticketmaster vi Rialto Theater, más palabras, Chicago, más palabras. Así que decidí comprar dos boletos para ir a ver a Leo Kottke y a Leon Redbone. No fue hasta semanas después, con los boletos en la mano que me dí cuenta que era en la calle de Chicago en Joliet. Así que ayer nos fuimos manejando nuestro cochecito casi una hora hasta llegar a Joliet. Si hubiera sabido dónde era el concierto, nunca hubiera comprado los boletos, pero una vez entrados en gastos, había que ir.
El concierto fue eso: un concierto. Lo novedoso o raro de la frase es que últimamente, a menos que vayas a escuchar música clásica, el concierto es más bien un espectáculo de luz y sonido, una mega producción que acompaña a la música y en algunos casos más bien parece que la música va de acompañamiento. En este caso en el escenario había 3 cosas: una silla, un piano y una lámpara que parecía salida de casa de la abuela. El austero escenario contrastaba aún más con el sorpendente hecho de que en medio de la nada hubiera un teatro tan grande y "majestuoso" construido con mármoles y con grandes candelarios colgando del techo. (lo de majestuoso lo entrecomillo, porque estaba medio naco)
La segunda cosa que me llamó la atención fue la manera en que estaba colocado el piano, con el pianista dando la espalda al público. Supongo que la explicación es que el pianista era un mero acompañamiento para Leon Redbone y que así no le quitaría la atención del público. Pero, no pude dejar de acordarme de mi clase de histoire de la musique y de mi profesor contándonos de la rivalidad entre Chopin y Liszt. Al parecer, hasta ese momento, lo normal era que el pianista diera la espalda al púbilo, para que éste pudiera apreciar el movimiento de manos del virtuoso. Liszt y Chopin eran "rivales" del piano, y Liszt era guapo y vanidoso. Así que Liszt impuso la moda de tocar de perfil, para que los espectadores disfrutaran tanto con la música como con su belleza. Al pobre de Chopian, que era feo como él solo y por tanto un poco inseguro, no le quedó de otra que hacer lo mismo, lo "moderno" y tocar de perfil.
En fin, tanto Redbone como Kottke tocaron y cantaron y contaron anécdotas. El instrumento de la noche fue la guitarra sin duda alguna. Me entró la nostalgia por lo que siempre quise hacer y simplemente no pude, ni podré. Pasé años, tal vez 5 tomando clases de guitarra, mis pobre profesores lo sufrieron y no me quedó más remedio que entender que mi ritmo es inexistente y dejar la música por la paz. Al final, el concierto estuvo bien, aunque sigo debatiendo si estuvo tan bien como para haber manejado una hora de ida y otra de vuelta a un sitio con tal falta de gracia como Joliet.
2 comentarios:
Leon Redbone es único, creo que vale la pena ir a verlo aunque sea lejos. Yo lo fui a ver más cerca a downtown Chicago, hace un par de años. me trae mucha nostalgia aquel austero concierto.
Leon Redbone es un chiflador medio chiflado, con una gran voz y una energia medio rara, entre amargado y comico... Saludos hasta DC!
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