22.6.10

la vida, la muerte, la salud, la enfermedad, unas copitas... salud; como diría julene

Por Paulina del Monte

A lo largo de mi niñez, adolescencia e intentos de adultez he tenido la creencia de que la enfermedad o la muerte de un ser querido, además de representar muchas limitaciones y mucho dolor, podía ser vivida como una oportunidad de aprendizaje, de crecimiento y sobre todo de intercambio de amor. A mis 29 años, sigo creyendo lo mismo, aunque ahora pienso que no debe de ser necesario vivir una enfermedad para aprovechar estas oportunidades. Pienso que en momentos en que gozamos de salud también podemos aprender y crecer, solo que a veces nos damos menos tiempo de reflexionar. En ocasiones, cuando vivimos una enfermedad el sentido se encuentra a través de la reflexión y el estar con uno mismo.

Actualmente trabajo en un hospital, y me dedico a reflexionar con la gente sobre sus vidas. Me encanta poder conocer profundamente pensamientos y sentimientos de la gente que me lo permite. Precisamente, hablamos sobre la enfermedad, la salud, la vida, la muerte, las relaciones familiares, entre otros temas que se van presentando. En general, las conversaciones van dirigidas a reconocer habilidades y recursos que mueven a la gente a salir adelante ante las crisis. A veces, buscamos resolver los conflictos que se presentan ante la enfermedad. Generalmente, encontramos en estas conversaciones mucho amor entre las personas y al reconocerlo se reconfortan a pesar de sentir mucha tristeza o dolor. El hecho de darnos cuenta de que nos duele porque queremos y nos quieren y que eso es una bendición de la vida, creo que permite vivir las crisis de una manera menos difícil.

Acordándome de historias de amor, me vienen a la mente principalmente dos parejas maravillosas que me permitieron acompañarlas durante el proceso de enfermedad y muerte dentro del hospital. Parejas que a pesar de ser muy distintas entre sí, se parecían mucho en la entrega al otro y el amor que se demostraron al vivir juntos el umbral entre la vida y la muerte.

Una de las parejas preparó con todo detalle cómo querían que fuera el funeral, qué iban a hacer con cada una de las obras de arte que habían comprado a lo largo de su vida juntos, cómo reacomodarían la casa cuando él no estuviera, qué seguiría en la vida de ella cuando él se fuera.  Él escribió dos libros de poemas para cada una de sus nietas y se despidió de la gente que más quería. Tuve la oportunidad de participar de algunos de estos momentos, donde invariablemente se me hacía un nudo en la garganta, un nudo de admiración por el amor con el que hablaban de estas cosas. Las lágrimas compartidas con ellos, me permitieron sentir con intensidad lo que significa compartir la vida con alguien y poder acompañar al otro en la preparación de la muerte y vivir todo esto como una etapa más del camino juntos.

En esta historia, llegó el momento de la muerte, él dejó de tener dolor, el medicamento para el dolor inexplicablemente dejó de pasar por la vía intravenosa, y él comenzó a hablar: “ Si la muerte es esto, la muerte es una poesía”. Narraba su camino, con su esposa de la mano, y se fue en un momento mágico, lleno de paz y bienestar. Yo tuve la oportunidad de despedirme de él, y creo que me despedí de cualquier dolor que me ha ocasionado la muerte hasta el momento, me despedí de muchos miedos y me despedí de mi misma en el momento de mi muerte. Me sentí él, me sentí la esposa, me sentí la hija y me sentí yo, todo en un mismo momento. Salí de ese cuarto llena de vida y con muchas ganas de llegar a mi casa y darle muchos besos a mi esposo. 

La segunda historia fue un ejemplo para mí de la espiritualidad, o lo que me imagino que eso significa, cuando él acompañaba a su esposa a morir mientras le narraba cómo habían escalado juntos una cumbre en el Himalaya, describiendo el paisaje y permitiendo que ella se fuera volando por la ventana del cuarto de terapia intensiva. Al mismo tiempo, en el hospital había un coro cantando villancicos para inaugurar el gran árbol de navidad que acababan de poner. Esto parecía una ceremonia de despedida para que la mujer partiera con todo el amor de su familia. Yo en ese momento quería también volar con ella y tener ese acompañamiento para elevarme más rápido. Yo sentía la intensidad del amor expresado en el gran dolor de su esposo mientras la guiaba en su camino.

En fin, historias como éstas se viven en el día a día en el hospital. Para mí esto es una reafirmación de la creencia que la enfermedad puede ser una oportunidad de crecer, y mas que crecer de sentir profundamente la vida y el amor. A la vez, al vivir estos ejemplos del amor en pareja, me convenzo más de que en salud se puede aprender por medio de las experiencias de otras personas, que me considero honrada de presenciar.

5 comentarios:

Manuel del Monte dijo...

Qué es la muerte sin la vida? ... Gracias por tu testimonio de esa belleza: la vida!

Qué grande eres Pau! Te quiero mucho

Manuel del Monte dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Marce dijo...

Que suerte poder vivir estos momentos en tu dia a dia... gracias Pau!

Julene Iriarte Iturbide dijo...

Esta entrada es demasiado bonita, profunda y me emociona leerla. Tambien me gusta que trabajando entre tantas cosas negativas te sigues enfocando en lo positivo y en lo que se puede aprender.
Gracias por escribirlo y compartirlo Pau.

Unknown dijo...

No sólo tus sentimientos son hermosos sino también tu forma de expresarlos. Ojalá sigas escribiendo... Mil felicidades, mi Paussssssa!