20.2.11

de periodismo, verdades, mentiras, bromas e interpretaciones.

Se ha desatado una muy interesante discusión en los diarios españoles sobre el espacio que puede o debe tener el humor, la ficción y la mentira en el periodismo. En un artículo en la sección de opinión del periódico El País, el filólogo Francisco Rico atacó la nueva ley que prohibe fumar en espacios públicos, en él, explicó sus argumentos y remató con un "P.S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo". Cuando los lectores del país se enteraron de que Rico es en realidad un fumador empedernido se sintieron engañados y reclamaron al diario la estafa de Rico.

Ya había escrito la defensora del lector en el diario lanzando la pregunta. ¿Hasta qué punto es válido usar una mentira para defender una verdad? La respuesta de Cercas, que salió en defensa de Rico, es que en este caso se trataba de una broma, pero su artículo "Rico al paredón" iba más lejos. En él que defiende el uso de la ficción en el periodismo ya que éste es "un ensayo de comprensión imaginativa del presente ... el periodismo no es una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos. Y toda interpretación exige imaginación ..."

Días después en el diario El Mundo, otra columna, firmada por Arcadi Espada contaba que a Cercas lo habían arrestado por verse involucrado en una redada contra una red de prostitución, cosa completamente falsa. Espada pretendía darle a Cercas una cucharada de su propio jarabe para convencerlo de que la ficción no tiene espació en un periódico. En su respuesta, Cercas le dice: "No solo no me replanteo lo que dije sino que me reafirmo. Lo de Rico era un chiste evidente y no hacía daño a nadie ni afectaba a sus argumentos. Esto es una calumnia. Si no somos capaces de ver la diferencia, yo me retiro. Yo siempre defenderé el derecho a la ironía, al humor. Si no podemos usar el humor, estamos sometidos a la tiranía de lo literal. Pero esto es una calumnia"

Hoy, la defensora del lector vuelve a tomar el tema y escribe "En defensa de Cercas y de la verdad" retomando el punto de que en el periodismo no cabe la ficción que pertenece al campo de la literatura, y que en caso de querer hacer uso del humor, el periodista ha de estar seguro de que nadie tomará la broma por verdad, si no, habría que aclarar que de una broma se trata en el mismo espacio.

Toda esta discusión me ha parecido fascinante. Leyéndola desde Estado Unidos he de ponerme más del lado de Cercas que de Milagros Pérez (lo Arcadi Espada me parece simplemente burdo y no vale la pena discutirlo). Si bien no soy experta en lo que pasa en los periódicos americanos, en la publicidad y en las conversaciones del día a día se ha llegado en este país a matar al humor y se amenaza con matar al sentido común. Entre las advertencias de que lo que sucede en un comercial donde un coche vuela "no es real" y los límites de lo políticamente correcto, el humor no tiene cabida ya que no hay manera más eficaz de matar un chiste que explicándolo ni manera peor de contar un chiste que disculpándose.

Sin embargo, leyendo todo esto desde México, estando en medio del ya escándalo Cassez, soy más cuidadosa. El increíblemente estúpido montaje que la policía y seguramente las televisioras llevaron a cabo reportando una ficción como si fuera verdad es lamentable. Reportar como verdad una "reconstrucción de los hechos" ha tenido repercusiones nefastas en el proceso legal, y ahora en la política internacional del país.

Al final creo que en una noticia no debe haber espacio más que para hechos. Quitémosle la tentación a los reporteros de "mejorar" su historia por incentivos personales, por querer estar en la primera página. Pero, estemos ciertos de siempre se reportarán percepciones e interpretaciones. La Jornada y El Reforma reportarán siempre los mismos hechos desde puntos de vista distintos, pero exijamos que haya forma de comprobar los hechos, de saber qué es verdad y qué es interpretación.

En una columna de opinión el humor me resulta indispensable. No perdamos, los lectores, la capacidad de reconocer el humor donde bromas hay. Ya lo decía Javier Marías también en El País: cuidado con convertirnos en un individuo que "no sólo no tolera una chanza ni una exageración, sino que parece incapaz de detectarlas. Un individuo que se toma todo a pecho y al pie de la letra, dificultando así, cada vez más, la aparición de la sal de la lengua, su chispa y su gracia." ¿Qué clase de columnistas queremos? No les quitemos herramientas, o tendrá razón Marías cuando dice: "Los columnistas lo sabemos bien: ojo con la ironía, no digamos con el sarcasmo y la hipérbole, porque abundan los lectores que no captan esos tonos, que todo lo entienden en su más estricta literalidad, y que, para nuestro pasmo, pueden acusarnos de defender lo que atacábamos o de atacar lo que defendíamos, si para hacerlo no hemos sido puerilmente frontales y hemos hecho uso de ese viejísimo recurso de la ironía."

Cerrando desde México también. Compas, no maten al humor porque un grupo de ingleses dijo lo mismo que yo he oído miles y miles de veces a mexicanos decir. Apréndanle algo al tícher que "aguanta vara" y se ríe de él mismo.

El equilibrio es complicado, pero yo no sacrificaría la imaginación y el humor por verdades absolutas que ni siquiera existen.

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